14.8.02

Carta de la jorobada al cerrajero
María José (el único heterónimo femenino de Fernando Pessoa)

Usted nunca verá esta carta, ni yo la volveré a ver porque estoy tuberculosa, pero quiero escribirle aunque no lo sepa, porque si no le escribo me ahogo.
Usted no me conoce, quiero decir, me conoce pero no muy bien. Me ha visto en la ventana cuando pasa al taller y yo lo miro, porque lo espero al llegar, y hasta me sé la hora en que llega. Debe haber pensado siempre en la jornada del primer piso de la casa amarilla, pero yo no pienso más que en usted. Se que tiene una amante, es aquella muchacha rubia, alta y bonita: le tengo envidia pero no celos, porque no tengo derecho a nada, ni siquiera a tener celos. Usted me gusta porque me gusta, y me mortifica no ser otra mujer, con otro cuerpo y otra hechura, y poder ir a la calle y hablarle aunque usted no me hiciera caso, pero quisiera conocerlo aunque sea por platicar. Usted es todo cuanto me ha sostenido en mi enfermedad y le estoy agradecida sin que lo sepa. Nunca podría tener a nadie a quien gustarle, como se gustan las personas que tienen el cuerpo del cual puede gustarse, pero tengo derecho de que alguien me guste aunque yo no le guste a nadie, y también tengo el derecho de llorar, que no se le niega a nadie.

Me gustaba la idea de morirme después de hablarle por primera vez, pero nunca tendré el coraje ni la oportunidad de hablarle. Me habría gustado que supiera que me ha gustado mucho, pero tengo miedo de que no le importara nada, y me entristece ya saber que eso es absolutamente cierto, antes de saber cualquier cosa, que mejor no voy a procurar saberlo.
Soy jorobada de nacimiento y siempre se rieron de mi. Dicen que todas las jorobadas son malas, pero yo nunca le deseé un mal a nadie. Además estoy enferma, y nunca tuve ánimo, por mi enfermedad, para hacer corajes. Tengo diecinueve años y no sé para qué llegué a tener tanta edad, y enferma, y sin que nadie tuviera pena de mí a no ser porque soy jorobada, que es lo menos, porque es el alma la que duele, y no el cuerpo, pues la joroba no da dolor.
Hasta me gustaría saber cómo es su vida con su amiga, porque como es una vida que nunca podré tener- y ahora menos, que ni vida tengo- me gustaría saberlo todo.
Discúlpeme que le escriba tanto sin conocerlo, pero usted no va a leer esto, y aunque lo leyera ni sabría era con usted y de cualquier manera no le daría importancia, pero me gustaría que pensara que es triste ser jorobada y vivir siempre en la ventana, y tener madre y hermanas a quienes les gusta la gente sin que a nadie le guste yo, porque todo es natural y es la familia, y lo que faltaba es que ni eso hubiera para una muñeca con los huesos al revés, como yo oí decir que soy.
Un día que usted venía al taller y un gato se peleó con un perro, aquí bajo la ventana y todos estábamos viendo, usted se paró junto al Manuel de las Barbas, en la esquina del barbero, y después me miró en la ventana, y me vio reír y se rió conmigo, y esa fue la única vez que usted estuvo a solas conmigo, por así decir que eso nunca podría yo esperar.
Cuantas veces estuve yo a la espera de que hubiera cualquier otra cosa en la calle al momento que usted pasara y yo pudiera volverlo a ver y usted me mirara y yo pudiera mirarlo y ver sus ojos directos a los míos.
Pero no consigo nada de lo que quiero, nacía ya así, y hasta tengo que estar encima de un tapanco, para alcanzar la ventana. Paso todo el día viendo ilustraciones y revistas de moda que le prestan a mi mamá, y estoy siempre pensando en otra cosa, tanto que cuándo me preguntan cómo era aquella falda o quién estaba en la foto con la Reina de Inglaterra, me avergüenzo de no saber, porque estuve fantaseando cosas que no pueden ser y que no puedo dejar que entren en mi cabeza y me den alegría para después, por encima de todo tener ganas de llorar.
Después todos me disculpan, y creen que soy tonta, pero no idiota, porque nadie cree eso, y al final no me apeno por la disculpa, porque así no tengo que explicar porque estaba distraída.
Todavía me acuerdo de aquel día en que usted pasó por aquí, camino del domingo, con el traje azul claro. No era azul claro, pero era una chaqueta muy clara para el azul oscuro que acostumbra traer, Usted estaba tan lindo que brillaba como el mismísimo día, que nunca tuve tanta envidia de la gente como aquella vez. Pero no tuve envidia de su amiga, a no ser que no se encontrara con ella sino con otra cualquiera, porque yo no pensé sino en usted, y fue por eso que envidié a toda la gente, lo cual no entiendo bien , pero es cierto y es la verdad.
No es por ser jorobada que estoy siempre en la ventana, pero es que además tengo una especie de reumatismo en las piernas y no me puedo mover, y así estoy como si fuera paralítica, lo cual es una lata para todos aquí en la casa y tener que soportarme y aceptarme, que no tiene idea. A veces me desespero y me dan ganas de tirarme de la ventana, pero se imagina cómo me vería al caer. Hasta el que me viera se reiría y la ventana es tan baja que no me moriría, sino que sería aún más fatigoso para los otros y ya me veo en la calle como una mona con las piernas al aire y la joroba saliéndome de la blusa y todos queriendo sentir pena por mí, pero en realidad estarían molestos y al mismo tiempo se reirían si acaso, porque la gente es como es y no como quisiera ser.
Y en fin, ¿por qué le estoy escribiendo sino le voy a mandar esta carta? Usted que anda de un lado para otro no sabe lo que se siente no ser nadie. Yo estoy en la ventana todo el día y veo a la gente pasar de un lado a otro y tener un modo de vida y gozar y hablarle a ésta o aquélla y parece que soy un vaso con una planta marchita que se quedó aquí en la ventana por quitársela de encima.
Usted no se puede imaginar, porque es bonito y tiene salud, lo que es no haber nacido bien y no ser nadie como yo, y ver en los periódicos lo que las personas hacen y unos son ministros y andan de aquí para allá visitando otras tierras y otros están en la vida social y se casan y tienen bautizos y están enfermos y les hacen operaciones los mismos médicos y otros viajan a sus casa aquí y allá y otros roban y otros se quejan y otros cometen grandes crímenes y hay artículos firmados por otros y fotos y noticias con los nombres de las personas que van a comprar su ropa al extranjero,. Y todo esto no se imagina lo que es para un trapo para limpiar como yo, que se quedó en el barandal de la ventana con las señas redondas de los vasos como cuando la pintura está fresca por el agua.
Si usted supiera todo esto sería capaz, de vez en cuando, de decirme adiós en la calle, y a mi me gustaría poder pedirle eso, porque usted no se imagina que tal vez yo no viviera más, que es poco lo que tengo por vivir, pero estaría feliz, allá a donde se va, si usted me diera los buenos días por si acaso.
Margarita la costurera dice que hablaron una vez, que hablaron porque usted se metió con ella en la calle de aquí al lado y esa vez sí que sentí envidia de veras, se lo confieso porque no quiero mentirle, sentí envidia porque meterse alguien con nosotros es ser mujer, y yo no soy mujer ni hombre, porque nadie mira que soy algo, a no ser una especie de gente que está aquí para llenar el vano de la ventana y aborreciéndome todo el que me ve, válgame Dios.
El Antonio (¡Es el mismo nombre que el suyo, pero qué diferencia!), el Antonio del taller mecánico le dijo una vez a mi papá que toda la gente debe producir algo, que sin eso no hay derecho a vivir, que quien no trabaja no come y no hay derecho de que haya alguien que no trabaje. Y yo pensé, qué es lo que hago en el mundo que no hago sino estar en la ventana con toda la gente moviéndose de un lado a otro, sin ser paralítica y teniendo manera de encontrarse con las personas que les gustan. Así yo también podría producir lo que quisiera, lo que fuera necesario, porque tendría gusto para hacerlo.
Adiós señor Antonio, no tengo sino unos cuantos días de vida y escribo esta carta sólo para guardarla en el pecho, como si fuera una carta que usted me hubiera escrito en vez de que yo se la escribiera. Deseo que tenga todas las felicidades que pueda desear y que nunca sepa de mí para que no se ría, porque yo sé que no puedo esperar más.
Lo amo con toda mi alma y toda mi vida.
Ahí tiene, estoy llorando.

12.8.02

Dia de releer los cuentos de La Xtabay ... muy divertido, y muy verdadero ... los yucatecos definitivamente son una raza única jejejeje

10.8.02

Bueno, voy a empezar esto, a ver que tal me va ... la verdad es un poco más complicado de lo que esperaba .... pero en fin ...